“Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño
de mis hermanos, lo hicieron conmigo” Mt. 25, 40
C.A.B.A, 20 de diciembre de 2024
“Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto
en pañales y acostado en un pesebre” Lc 2, 13
En estos días ya empezamos a palpitar de lleno el misterio de la Navidad y todos nosotros nos disponemos a hacerlo con la mirada puesta en la contemplación de esa familia, de ese Niño en particular, de todo ese ambiente de tanta calidez y sencillez a la vez. Es la imagen del pesebre. Y es una de las grandes fragilidades: en el silencio de la noche la Palabra eterna del Padre hecha hombre, pegado al pecho de su Madre la Virgen y custodiado todo por San José.
Sin embargo, es en medio de esta fragilidad que Dios se revela con la contundencia de su Ternura y Misericordia. Es el Niño envuelto en pañales la gran señal. No hay fuegos artificiales ni bombas de estruendo, no hay grandes personalidades del mundo de la farándula, no aparecen los ricos y los poderosos, no hay reporteros ni periodistas, no hay luces de centros comerciales y no es la gran preocupación la comida, la bebida, la ropa, los regalos ni los cumplidos. Nada de eso. El gran signo de la Navidad es un crío envuelto en pañales: la Palabra que hace silencio y se deja mimar por su Madre. Así también nosotros queremos vivir esta Navidad.
Ciertamente sabemos los grandes dolores que vivimos en nuestra Ciudad: hermanos sin techo, madres solas, vidas en consumo problemático y otras adicciones, ancianos solos, pibes y pibas sufriendo la falsa pretensión de que su vida sea descartable, el hambre de nuestras barriadas y nuestros comedores, la falta de trabajo y su pauperización, la inseguridad, la crisis de oportunidades, las silenciosas soledades de las terapias intensivas, las muertes diarias, la vigencia del aborto y el querer meter en agenda la eutanasia. Todos los gritos de dolor de nuestra bendita Ciudad.
Sin embargo sabemos de innumerables acciones que se llevan adelante, por amor y de una manera desinteresada, en Cáritas y todos los que somos parte de la Vicaría Episcopal del Servicio de la Caridad y el Desarrollo Humano: la emergencia alimentaria y el esfuerzo para que los recursos lleguen adonde más se necesitan, los comedores y merenderos, duchas y bañadores, los roperitos solidarios llenos de ternura, los Hogares para nuestros hermanos en situación de calle, el Hogar de Cristo, las Noches de la Caridad, el desarrollo en la Economía Social y Solidaria, la posibilidad empleo digno y calificado y su propia capacitación, la animación pastoral y zonal, el acompañamiento a cada parroquia, el poner el cuerpo y el alma frente a todo hermano que sufre, porque “les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt. 25, 40), nos dice Jesús. Y nosotros creemos en lo que nos dice y a Él mismo le creemos.
Así también nosotros queremos vivir esta Navidad, lejos de todo espectáculo, de todo ruido, de todo neón y de todo reconocimiento. Queremos vivir apasionados por la esperanza de encontrar resumido todo en una señal: el niño en pañales. Volvamos a la sencillez, volvamos a Belén, volvamos a los pañales, volvamos a la familia, volvamos una y otra vez a la comunidad; volvamos a ser mesa tendida y fraterna, y si llega alguien tarde, lo hacemos pasar, le hacemos sitio y le compartimos lo poco que tenemos; volvamos a entender que el servicio es la única manera de vivir cristianamente nuestra vida.
Nuevamente, ¡gracias, muchas gracias! a todos los que somos y nos sentimos parte de Cáritas y auténticos ministros de la Caridad en sus muchísimas expresiones en nuestra querida Arquidiócesis. Les deseamos a todos ustedes, a sus familias y comunidades una muy feliz Navidad y un bendecido año 2025. Que seamos pesebre, no sólo para que el niño envuelto en pañales siga naciendo, sino también ser instrumentos de caridad para que nazca en muchos más corazones.
Lic. Macarena Sarmiento Ing. Juan Debuchy R. P. Sebastián García SCJ
Vicedirectora Director Vicepresidente